viernes, 10 de julio de 2009

Crítica del libro: "HAsta que nos alcance el ayer" de Sergio Muñoz


El leer libros, es ser coleccionista de otros mundos que se guardan en un espejo distinto cada vez
Cuando me entregaron este ejemplar, caí en una especie de trance inter-cultural; acaba de darse el coitus incredibus con que una vez más los Premios Nacionales proclaman el asenso al parnaso literario a lo mejor de la literatura costarricense; que este año dio como ganador a un pasquín que para mí lo más novedoso que tiene es ser el resumen anual de nota roja de La Extra; solo que esta vez, la polémica siguió su berreo por todas las calles de la ciudad, y se dijo incluso que HASTA ENCONTRARNOS DE NUEVO, título que bien podría llamarse Hasta que no Volvamos a ver, junto a varios otros, debería haber sido considerado para ganador en lugar del revoloteo de las avispas del de Carlos Morales.
Me quedé pensando en la valoración del jurado, y me di cuenta que efectivamente se había dado un crimen sin precedentes en mi historia literaria; pero al hacer el análisis forense de ambos, recordé que, "Escribir es juego", decía Don Chico, Francisco Zúñiga Díaz, cuando llegábamos a su taller en lo que fue su refugio de más de veinte años en la antigua casona del Café Cultural, y que este probablemente, este pese a que todos sabían el lev motiv, y quién lo ejecutó probablemente iba a salir victorioso porque aunque basado en hechos de su vida real, Morales, saca ventaja por ser un jugador asiduo y consuetudinario en el arte de escribir: sabe la mecánica, aunque el resultado final no justifique en ningún sentido lo escrito; y su estrategia es el juego sucio que muchos utilizan para justificar su axioma de ser escritor por desahogo, porque mi abuelito también lo fue, o simple venganza que escribe un muerto, y es que hay algo que todos sabemos con respecto a los muertos: cuando mueren les rezamos, hacemos su novenario y nos olvidamos de ellos, es el caso de la revolú de las avispas o lo que fuera…
En cambio, HASTA ENCONTRARNOS DE NUEVO, es un libro, como diría Francisco, Chico Zúñiga, como a veces le llamo porque no le he perdonado el que haya muerto tan joven, (a los 66) con muy buenos aciertos, el titulo, como ya dice antes que puede desdoblarse del mismo modo un bailarín de sombras sobre un tema siempre actual, la pre-revolución del 48, una de las épocas de mayor importancia en el país, que por no ser un escritor formado cometió errores que pesaron y mucho; de eso, después de tres lecturas, pero sobre todo porque Zúñiga siempre se preocupó porque sus estudiantes, desarrollaran oído, porque aspiraban a que aprendiéramos a ser catadores (no críticos porque con excepción de las palomas nadie visita sus estatuas, si es que tienen la suerte de que les erijan una) literarios, siempre dijo que siempre que tenga algo que decir, ningún libro es malo, porque de que los hay, los hay, y por tanto, hay que tener la disciplina de leerlos.
Entonces, tenemos un libro de 417 páginas, editado dentro de la colección de LA OTRA ORILLA, que externamente tiene una cubierta oscura y una foto alusiva al espacio tiempo en que se ubica la obra, peso y tamaño justos para cargar con descuido, ese el análisis exterior. Por dentro el sujeto en cuestión tiene una agradable tipografía, papel editorial adecuado, constante uso de una cadena verboraica, brindando información adjetivada sin orden ni ton, que habla de una San José muy parecida a Buenos Aires, que pese a saberse campesina, se cree toda pequeño burguesa, cuyos personajes, con la sola excepción de Pepe Figueres y Frank Marshall, visten igual a Clark Gable, o la usanza del cine norteamericano; con todo y glostora, bigotes recortados a navaja, pantalones anchos, tirantes de lagarto y sacos de casimir ingles, que van al cine como ir a tomar café, hijos de comerciantes frustrados por no poder oponerse a los padres, los de la ciudad, que por no salir de las casas de libertinaje sub-conocen al dedillo el mundo por el que se mueven los que vienen del campo, por cierto que siempre cholos, siempre delgados, morenos, enjutos, cuyas mujeres trenzudas, (ya de por sí, señal de desconfianza) iban por la vida soportando el marido que les dio la vida a que estaban acostumbradas, cuyos hijos, como en La Casa de los Espíritus, buscan hacer lucha social para redimir su situación, o para vengar a todo aquel que en otro tiempo les extendió la mano, entrando y saliendo sin saberse que en una obra de estas el personaje es un actor que bien sabe a qué hora sale a escena. Un tercer factor, el papel de la iglesia queda irresuelta, la relación de amor odio entre una protagonista para ser anfitriona del marido educado en Europa, con ideas antiguas de vida en común: un hilo tan largo que se enreda en el desarrollo del libro, provocando la caída y luxación del eje medio del pie izquierdo, re/abriendo una herida antigua que por derivación lo sacó del juego; pese a que tiene un cierre bueno, pero el incesante girar sobre el mismo le deja a uno la clara creencia de que otros lectores difícilmente lograron atravesar la incesante maraña de información que no tenemos idea de que quiere decir ni donde está…

Medio espejo roto

Glostora, marca de vaselina para el cabello, que los hacía verse de copete engomado

5 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Coleccionista, Juan, ¿han leído "Los Dorados"? Me gustaría saber qué opinan sobre ella.

    Saludos.

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  3. Yo había puesto un comentario y me lo borraron: ¿tengo que reírme también de eso?

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  4. Qué pena, no entendí muy bien la crítica de esta obra. Si es crítica positiva o negativa.

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  5. Me parece que la crítica para que quede en las mentes de los lectores debería ser mas concisa y prescisa. :0D

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